martes, marzo 21, 2006
PRESENCIAS
Pánico
La acrobacia nos detiene
a la espera de la destrucción
o el roce.
Cerciórate que nadie procede
a formalidad o fábula,
dientes y labios te disputan.
Sala de armas
Detrás, no al lado,
ni hueco, ni agitación más allá,
la empuñadura esgrime retomados y habituales gestos,
El lance está próximo:
retroceder es un rasgo que descubre
el vértigo que nos cerca.
Celosía
La respuesta parece obvia:
en la penumbra la armonía reposa.
Corazas en las cámaras
constituyen el castillo,
la gratitud de la piedra es solidez:
el desencanto, oquedad que la recubre.
La princesa en su adolescencia silenciosa
no es ajena a la contienda,
con su gesto inaugura el torneo.
Sólo el trote acompasado,
el ritmo preciso,
nos altera más allá del deseo.
Mirada
Las puertas al abrirse
no poseen brazos,
no saben de adioses o saludos,
pero sí, qué espasmo,
qué amor las perturba.
Eclipse
Eran tiempos y lugares pensados en la ruina,
grietas en la farra.
Tenían en el oscuro tilde un ánimo,
que no puente, cuando nos prometimos que jamás
volveríamos a sonreír.
Éramos tan jóvenes,
como ahora que la cadencia
al menos dos crisis nos permite reconocer.
Palabras
El rincón es morada,
lugar de encuentro,
escapatoria.
Las víctimas lo saben bien:
se enamoran y la dicha no acude
con su extremo desvarío.
La presencia es tregua y retrato,
cínica ocasión
para medir las palabras, las gramáticas,
el cuchillo y los pechos que apuntan.
Todo conduce al tobogán donde la miel yerra mil colores.
Viaje
La pasajera que amamos
deposita sobre el hombro los cabellos
como ofrenda o desagravio.
El deseo era cierto,
apedrea.
La más leve insinuación quiebra
los dominios lentos y espesos de la tarde.
El hecho parece claro,
las pruebas ocultas:
el debate, sostenido rostro a rostro,
entra en este ensanchamiento,
quimera de dioses encendido.
Humo
Por los cuatro costados
subió cojeando;
viajó por Europa, América y algún que otro continente.
Meditaba,
en todos los lugares y destinos,
para alimentar la sombra que sin amo se queda.
Armonía
La melodía corre la cortina y recuerda
el tumultuoso ámbito que a la pasión sucede.
Quien abandona el recato, no es fuego,
ni extinción lo que halla:
la sal es su destino,
donde el mar perdura y habita.
Rito
Pechos y plateas
pertenecen a otra geografía,
compiten con heroínas
que nunca visitaron ni las islas ni la cuna,
dejan el cómodo ocaso
bajo el cielo y su mandato.
El ojo se configura en la oscuridad de los objetos
y da vanas vueltas
buscando razas y razones.
El barítono sospecha del cortejo,
su aria es levedad y letanía.
Cuatro besos más y a la tumba
junto a la ondina temblorosa.
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