martes, marzo 21, 2006

ESTANCIAS

Pero las cosas mueren

no por lluvia ni viento ni terremoto o turco,

sino porque la vida deja de poseerse

y el amor.
(Felix de Azua)



Piedra

La raíz es de piedra,

línea y peso original

donde la materia germina

en aire o deseo.

El Emperador lo sabe

y nos recuerda que sobre los elementos

hay un poder: la estancia.


Leyenda

Deshojando ruinas

se encuentra en sí una razón,

óbito o presencia:

el umbral con que las cosas embriagan,

al desvelar la ruta de ilustres objetos.


Templo

La destrucción comienza en altar cóncavo:

los dioses son de origen agrícola,

pesticida y mercader.

Sólo el jubiloso eco de los niños

resiste a las manos impías de la muerte,

invocan el lejano norte de la Luna

que como objeto devoto
determina el curso de los mares.


Pirámide

La vida no sólo es trinchera,

concavidad o pecho incendiado.

Cualquier cálculo geométrico,

entre dos aguas,

deja toda la erosión de su tiempo.


Mausoleo

En su designio,

tan imprescindible, que sólo él conoce,

en muchos frisos devoto y admirado,

trama virtud y concupiscencia

que la desnudez de la piedra genera.


Atrio

Entonces resuenan las ramas inaccesibles.. (Horacio)

El pie quebrado

encuentra el itinerario,

disposición de la piedra que a las estaciones cerca.

Cantidad, suma, medida

es pábilo y bálsamo

donde el oído ciego

encuentra al fin reposo.


Epílogo

Los evergetas compraban la
inmortalidad entregando su dinero
para la pública hacienda o deleite,
y como benefactores ponían
su figura en los lugares públicos.
La tierra que después les protegió,
ya no podrá devolverles el descanso.



Llueve en Aphrodisias,
encuentro refugio en el fondo de museo
donde se alinean las estatuas decapitadas.
Sólo permanece altiva y digna la esposa de Publio Marco,
fiel por lo que se le supone.
Los turistas recorren la piedra con las manos,
buscan el gesto que les dio la vida,
pero ante ella se detienen,
como se detuvo el bárbaro asesinato.
Mientras cae la lluvia sobre el foro,
la fidelidad alcanza latitudes insospechadas,
sobre su semblante adusto descansa la inmortalidad,
que salva de las tinieblas
a los rostros rendidos por la piqueta.

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